El genial escritor Arturo Pérez Reverte publicaba un artículo en El Semanal, revista del Diario Ideal, titulado "Los calamares del niño".
El artículo, que no tiene desperdicio alguno, es una "particular" crítica a la mala educación, aunque las formas que utiliza nuestro escritor no son las más adecuadas, por no ser demasiado dura con él.
Reproduzco un fragmento, suprimiendo los insultos del autor:
"(...) Y al niño acaban de traerle calamares a la romana. De no ser porque su cháchara maleducada, chillona e interminable, a la que asisto impotente desde hace veinte minutos, ya me tiene sobre aviso, la manera en que ahora maneja el tenedor me dejaría boquiabierto. El pequeño ....... - nueve o diez años, insisto - agarra el cubierto al revés, con toda la mano cerrada, y clava los calamares a golpes sonoros sobre el plato, como si los apuñalara. Observo discretamente al padre: mastica impasible, bovino, observando satisfecho el buen apetito de su hijo. Luego observo a la madre: tiene la nariz hundida en el plato, perdida en sus pensamientos. Tampoco sería difícil, me digo, con la edad que tiene ya su ....... vástago, enseñarle a manejar cuchara, cuchillo y tenedor. Pero, tras un vistazo detenido al careto del progenitor, comprendo que, para hacer que un hijo maneje correctamente los cubiertos, primero es necesario creer en la necesidad de manejar correctamente los cubiertos. Y por la expresión ......., por su manera de estar, de mirar alrededor y de dirigirse a su mujer cuando le habla, tal afán no debe de hallarse entre las prioridades urgentes de su vida. En cuanto a la madre, cómo maneje el crío los cubiertos, o cómo los manejen el padre o el vecino de la mesa de al lado, parece importarle literalmente un huevo (...). Tras un eructo infantil jaleado con suma hilaridad por el conjunto familiar –después de reír, eso sí, el papi parece amonestarlo en voz baja, a lo que la criatura responde sacando la lengua y poniendo ojos bizcos– llega la paella (...)."
Yo he observado episodios similares en alguna ocasión y asombra ver la actitud pasiva de los padres ante la mala educación de sus hijos. Con la excusa de que "los niños son nerviosillos y hay que dejar que foguen", algunos padres se desentienden de ellos cuando están en sitios públicos como terrazas de verano, por ejemplo, y nada, que hay que aguantar que chillen, que les entre una pataleta, que te incordien a tí que ni conoces a la familia o que molesten al camarero harto de trabajar.... indignante.
Cada vez parece dársele menor importancia a los buenos modales y no hay que olvidar que la imagen que uno da ante los demás es nuestra "carta de presentación", así que inculquemos las buenas formas a nuestros hijos desde chiquitines si queremos que el día de mañana sean personas respetuosas y respetadas.
Al hilo de esto de la mala educación, Mª Luz Alvarez recomendaba en su Blog de Protocolo y Comunicación la lectura de un artículo publicado por Gustavo Cataldo Sanguinetty (Universidad Andrés Bello, Chile) titulado "Las buenas maneras o la moralidad de las apariencias", que creo que os puede resultar interesante.
24 mayo 2006
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