06 marzo 2009

El humor en la alta política

Así se titula el último capítulo del libro "Del coscorrón a la seda", obra de Alfonso Ussía. Agunas de las anécdotas que cuenta son las siguientes:

"El 26 de febrero de 1981 (...). Llegaba a Londres en visita oficial el primer presidente de la Portugal democrática, ya superado el trance antiguo de la revolución de los claveles. Y en homenaje a las siempre fraternales relaciones enre el Reino Unido y Portugal, la Reina de Inglaterra superaba las esrecheces protocolarias y se aprestaba a recibir a su excelencia el general Antonio Ramalho Eanes, alto y estirado como un álamo, melancólico como un fado y más triste que un pinar cuando anochece. Había aterrizado en Gatwick una hora antes y a punto se hallaba el tren especial que allí le traía de hacer su entrada en la estación Victoria. Allí estaba el tren. Todos firmesy la Reina en el andén. Por mucha emotividad que se presuma y por antigua que fuera la amistad de ambos estados, un saludo entre la reina Isabel II del Reino Unido y el presidente Ramalho Eanes podría alzanzar, en su más alto nivel de emotividad, al de un encuenro en aguas de Terranova de un lenguado y una merluza. Después del frío, pero cordial saludo, y tras pasar revista a los batallones dela Guardia Real, los lanceros y los Dragones de la Reina, ambos mandatarios abandonaron la estación Victoria en la carroza de Su Majestad. Estación Victoria, Trafalgar Square, el Mall y el Palacio de Buckingham. La carrroza marchaba tirada por ocho espectaculares caballos negros, uno de los cuales, al tomar una curva en Trafalgar Square, se fue de sus partes traseras y se tiró un pedo tan grande como la abadía de Westminster. El hedor, dulzón y perverso del aire escapado del caballo, entró de lleno en la carroza real. La Reina, como anfitriona, se disculpó. El presidente Eanes aceptó las disculpas: -no se preocupe vuestra majestad, porque yo creía que había sido un caballo.- Se lo dijo en inglés, aunque en portugués queda más sonoro:- Nao se preocupe vosa majestade, que eu creía que había sido un cavalho.- Así pasó, así sucedió, y así se lo contó la Reina de Inglaterra a un reducidísimo grupo de amigos. Entre estos estaba el Rey, que se lo contó divertidísimo a Don Juan, su padre, que a su vez me lo narró a mí. Pedí permiso para escribir, y Don Juan me lo concedió siempre que no señalara el cmino de la información. Lo hice, y al día siguiente de aparecer mi artículo en el Diario 16 de Madrid, todos los periódicos de Portugal lo reprodujeron. Fui llamado por el embajador de Portugal en España, que se interesaba por la información. Y cumplí con mi palabra: -Señor embajador, sólo tres fuentes han podido contarme lo sucedido. El presidente de Portugal, en cuyo caso usted no me habría llamado. La Reina de Inglaterra, con la que no tengo la costumbre de hablar, y por último, el caballo.-El embajador dio el caso por cerrado y el humor triunfó."

"Ya en el trono nuestro Rey Don Juan Carlos I, que Dios guarde, sucedió algo en el Palacio de la Zarzuela que aún no ha superado alguno de los honrados por aquella audiencia. Un grupo de aristócratas muy reducido y anclado en otros tiempos, solicitó al Rey ser recibidos para elevarle una propuesta. El Rey accedió y recibió a los próceres en la hora previa al almuerzo. Eran diez, entre hombres y mujeres, y precisamente por las segundas, se incorporó a la audiencia la Reina. En esas estaban cuando se realizó la petición, que no era otra que la de reinstaurar algunos de los cargos palaciegos de la vieja Corte, como el de mayordomo de servicio o camarera de la Reina. A renglón seguido, y aprovechando que la Reina esaba presente, el Rey habló: -Muchas gracias por vuestro ofrecimiento, pero la verdad es que los tiempos han cambiado, y que en esta Casa no nos hacen falta ni mayordomos ni camareras. Lo que sí nos hace falta, y si conocéis alguna me la mandáis, es una buena cocinera, porque la Reina es vegetariana y aquí se come y se cena fatal.- Y dio por concluida la audiencia."